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Siempre enseñamos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería más eficiente si evitáramos el daño de raíz, seguro viviríamos en un mundo más feliz, aceptando las diferencias, enalteciendo las buenas cualidades y haciendo críticas constructivas a nuestros semejantes. Respetemos los pensamientos ajenos y nos ahorraremos futuros y mutuos sufrimientos.