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Pobre aquel que para ser feliz depende de los demás. Porque siempre le faltará rodearse de alguien para encontrar la tranquilidad, verá la soledad como el peor de los castigos y vivirá en una ansiedad infinita que consumirá su ser por depender de otros y no de sí mismo para ser feliz. La felicidad vive dentro de cada uno y es nuestro deber dejarla fluir.