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Hay penas que nunca se van del alma, únicamente se aprende a vivir con ellas. Son tan grandes y dolorosas que dejan huellas profundas en nuestra vida y por mucho que queramos no se pueden sanar, el tiempo no las cura, simplemente las ignoramos por momentos para que no amarguen nuestra existencia, pero permanecerán con nosotros hasta el final de nuestros días.