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Si Dios no me hubiera sostenido, no sé donde estaría hoy. En medio del dolor, del miedo y los momentos donde sentí que no podía más, fue su mano la que me levantó; su presencia me brindaba calma después de la tormenta y también duplico mis fuerzas justo cuando daba todo por perdido. Él es mi refugio, mi guía y mi paz cuando todo falla, por eso hoy y siempre le doy gracias por todo su amor y protección, porque sé que sin Él no habría tenido el valor de seguir. Todo lo que soy y lo que tengo, es gracias a que Dios nunca me soltó.