8
Sin rencor porque al final me gustó la persona en la que me convertí. Las decepciones, las caídas, las despedidas y las traiciones, todo tuvo un propósito. Aprendí a poner límites, a valorarme y a no conformarme con migajas de atención o afecto. Hoy miro atrás sin culpa, sin rabia y sin ningún tipo de resentimiento porque gracias a todo eso encontré mi fuerza y una mejor versión de mí, priorizando así mi tranquilidad. Y es por eso que agradezco todo lo que he vivido, incluso lo que en su momento me rompió.