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Refúgiate en la oración, no hay lugar más seguro. Cierra tus ojos y abre tu corazón, entrégale a Dios por completo tus angustias, tus sueños, tus alegrías, háblale desde el alma a quien tanto te ama, auxíliate en la oración en tus momentos más difíciles y agradece cada favor y protección que recibas de manos de Dios.