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Querer tener el control de todo es una excelente forma de sufrir. Además, es imposible. Es Una batalla perdida desde el inicio, porque la vida es impredecible, cambiante y muchas veces caótica. Insistir en controlarlo todo solo alimenta la frustración, la ansiedad y el miedo constante al fracaso. Se debe soltar sin que eso signifique rendirse, para reconocer nuestros limites abriendo así espacio a la tranquilidad mental.