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Que el ruido del mundo no te impida oír la voz de Dios. No dejes que tus sentidos disminuyan frente al bullicio visual y auditivo que inunda este planeta, no te olvides de Dios porque siempre está allí para protegerte y guiarte; tómate un momento para escuchar la voz de tu corazón, esa es la voz misericordiosa de Dios.