Nunca sueltes la mano de Dios, Él te dará lo mejor en el momento justo, cuando tú ser esté listo física y mentalmente para recibir su gracia, te la concederá. No dejes de hablar con Dios, cuéntale todo aquello que te provoca felicidad y todo aquello que te preocupa; ten presente que siempre quiere para ti lo mejor, háblale sin miedos, agradecele cada bendición con todo tu corazón.