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No es enojo, es decepción y eso es peor. Una explosión momentánea de emociones con el tiempo se disipa, pero la decepción genera cicatrices más profundas en el corazón. La desilusión no grita, pero pesa enormemente, recordándote que no todo en la vida sucederá como esperas. Sin embargo, nos enseña a discernir mejor y a comprender que no podemos controlar las situaciones o acciones de otros.