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Los esfuerzos importan más que las promesas, porque con ellos se construyen realidades. Son las acciones las que realmente convierten nuestras aspiraciones en algo tangible; las promesas suenan hermosas y motivan, pero sin compromiso no sirven de nada. No son las palabras las que cuentan sino el trabajo, la dedicación y la constancia para traducirlas en hechos concretos y visibles.