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Las lágrimas que derramamos a escondidas son las que más duelen. Porque estamos evitando que el mundo conozca un dolor que no comprende, pero resistirnos termina siendo lo peor, porque tarde o temprano nos rompernos en mil pedazos y cuando explotamos en llanto, duele el doble; porque revivimos el dolor que contenemos, para intentar seguir en este mundo indiferente donde lo único que importa es sobrevivir.