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He descubierto algo mucho peor que echarte de menos: no poder decírtelo. Esa sensación de no poder comunicarte lo que siento, es frustrante y le agrega más peso a la melancolía que me produce tu ausencia. Mis palabras son prisioneras de mis pensamientos y al no poder expresarlas, deambulan en cada esquina de mi mente. Debo aceptar la realidad de que hay cosas que permanecerán sin ser dichas.