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El respeto se gana por lo que eres, no por lo que tienes. No importa cuán grande sea tu cuenta bancaria, bienes adquiridos o cuantos títulos posees; el respeto se gana por tu honestidad, tus valores y por el trato que tengas con los demás, por tu capacidad de escuchar, de actuar justa y auténtica. Una persona que realmente merezca respeto no exhibe sus logros o posesiones ni devalúa a nadie, por el contrario, inspira con su esencia a quienes le rodean.