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El problema es que hay más gente interesada, que gente interesante. En esta sociedad actual, parece haber una tendencia a valorar más la apariencia que la autenticidad de las personas. Hay gente que desea obtener cierto estatus y hacer realidad sus ambiciones, pasando por encima de sus valores y los de los demás, olvidando por completo la empatía y el conectar de manera genuina con el mundo y su esencia. Cada vez quedan menos conexiones humanas y sólo nos dejan las superficiales.