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Además de bendecirte, Dios lucha contigo para ganar cada batalla, te acompaña en las buenas y en las malas, te fortalece y te da ese impulso que tanto necesitas, te brinda salud y sabiduría, ayudándote así a encontrar prontas soluciones. Dios te protege de cualquier mal y peligro, porque su presencia y su amor son incondicionales.