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Una vez que aprendes a irte, no te quedas con cualquiera. No te conformas con migajas de atención, aprendes a elegir con criterio con quién deseas permanecer. No te sometes a circunstancias que no te satisfacen, porque no estás en plan de aguantar la vida, sino de disfrutarla. Aprender a irte, no sólo es un acto de desapego, es un proceso de crecimiento y de reconocer el valor que tienes.