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Saber esconder el dolor no significa que no duela. Solo que un buen día de tantos golpes que nos dio la vida, aprendimos a guardar las angustias en lo más profundo de nuestro ser, para resolverlas con tranquilidad y sin dejar que afecten nuestro entorno; eso no significa que seamos de acero, porque si nos duele y quizás mucho más, porque sonreír desde la tristeza nos cuesta el doble.