La mano de Dios te sostuvo ayer, te ha sostenido hoy y confía plenamente en que te sostendrá siempre. Recuerda los desafíos que has superado en el pasado con su ayuda y que también está presente en tu vida diaria, guiando los pasos que das y fortaleciéndote en cada situación que enfrentas. Ayer y hoy, mañana y siempre, Dios te brindará apoyo y dirección.