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El amor con las manos abiertas. Para darlo y para dejar que se vaya. Siempre. Para no aferrarse ni intentar poseer, sino para entregarlo libre y generosamente, sin condiciones ni expectativas. El amor sano es libre y no teme a las despedidas, entiende que es eterno y debe fluir desde el respeto y la confianza en tiempo que dure o para seguir creciendo.