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A veces no necesitas una mente brillante que te hable sino un corazón paciente que te escuche. En esos momentos dónde no puedes ni contigo, en donde la confusión y tristeza doblegan tus fuerzas la presencia de alguien que te escuche con empatía y sin juzgarte es más que bienvenida. Porque muchas veces, no se requieren consejos ingeniosos y respuestas rápidas, sino que te escuchen con el alma.