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Ser directo no es malo, ser hipócrita y mentiroso, sí. Decir lo que se piensa con respeto, claridad y tacto permite que haya relaciones más sanas y evita los malentendidos. Lo verdaderamente dañito es fingir y llenarse la boca de mentiras, porque envenenan la confianza y terminan por crearse vínculos falsos. Es mejor una verdad que incomode que una mentira que ilusione y hiera con el paso del tiempo.