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Sé reír, confiar y quedarme, pero también sé entender, callar y alejarme. La vida me ha enseñado a tener un equilibrio entre dar y recibir, entre estar cerca y también cuándo es necesario tomar distancia. Confío porque aún creo en la bondad y en los vínculos genuinos, valoro mucho a quienes me ofrecen su amor y lealtad, pero también sé que no todas las personas están destinadas a permanecer en mi vida ni yo en la de ellas; entiendo cuando las palabras y la presencia sobran, es entonces cuando prefiero marcharme.