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No soy invencible. Yo también me rompo en mil pedazos, sólo que aprendí a no hacer ruido. Los momentos de debilidad los enfrento de manera discreta, en lugar de expresar mis dolores y angustias, procuro sanar en el silencio, con paciencia y amor propio. Desde la calma he podido hallar la manera de superar los embates y continuar más fuerte por el camino de la vida.