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No nos daña lo que nos sucede, sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede. Nuestra manera de asumir los acontecimientos es la que le otorga el poder sobre nosotros. Es fácil caer en pensamientos negativos o distorsionados al enfrentar cualquier situación, pero eso es lo que finalmente nos daña y confunde, más no el evento en sí. Si elegimos adoptar una perspectiva distinta, podremos resolver con más consciencia y tranquilidad cualquier evento, minimizando los posibles impactos negativos.