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No existe el tiempo perdido. Cada tiempo lo hemos dedicado a aquello en lo que hemos creído y para bien o para mal, siempre nos enseñó algo. Considerémoslo como un periodo de aprendizaje, porque los desaciertos o las malas decisiones a menudo contienen lecciones que contribuyen con nuestro desarrollo personal y son parte esencial para el viaje hacia el futuro.