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Llega un día en que dices “me da igual” y lo dices de verdad. Porque has comprendido que no pierdes ni ganas nada enfrascándote en pensamientos que no resolverán lo que quiere mortificarte, volviéndote consiente de que ya no quieres gastar más energía en algo que puede consumirte en vida; así te alejas con la certeza de que hiciste todo cuanto pudiste, dejando que las cosas pasen, poniendo por delante de todo tu paz y tu bienestar.