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La cura no está en ganarle a la herida. Es aprender a caminar con ese pedazo roto que nos recordará que no hay batallas sino realidades y que debemos asumir con valentía los errores y prestando más atención a cada acción para que no se vuelva a repetir, hay que ser fuertes, secar nuestras las lagrimas y seguir adelante, la vida no se acaba ante el primer tropiezo.