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Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos. Nos transforman la vida, son esos momentos dolorosos donde es sacudida el alma los que nos obligan a enfrentarnos con verdades que no deseábamos aceptar. Son los desengaños, las pérdidas y los desafíos lo que nos hacen poner la vista en aquello que ignorábamos. Al final son esas heridas que nos rasgan la piel, las que logran transformarnos.