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El que vive de apariencias se convierte en esclavo de lo que no es. Quedará atrapado en una prisión de ilusiones y su afán de impresionar a los demás con una fachada, le puede llevar a una pérdida de autenticidad y valor interior. Es mejor mantener una imagen natural que refleje la esencia, librándose de la necesidad de impresionar a los demás y procurar sentirse bien con lo que tenemos y somos.