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El alma no tendría un arcoíris, si los ojos no tuvieran lágrimas. Todas esas dificultades y tristezas que el alma experimenta son esenciales para apreciar plenamente las fortalezas que poseemos y la belleza que nos transmite el mundo. Las emociones negativas y positivas se conectan contribuyendo a que valoremos nuestro ser y que queramos mejorar segundo a segundo.