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Dale a Dios el timón de tu vida y no habrá tormenta que pueda vencerte. Permite que Dios guíe tus pasos y esté presente en tus decisiones, para que tengas fuerza y tranquilidad a la hora de llevar a cabo tus acciones y así disminuirán enormemente los embates; cuando Dios está como capitán, enfrentas la adversidad con confianza y te liberas del miedo, porque Él permanece a tu lado, protegiéndote y llevándote hacia un futuro lleno de hermosas bendiciones.