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Créeme que tengo muchas ganas de llamarte, pero uno de los dos merece ser feliz y te dejaré serlo. No dejo de sentir el deseo de compartirte qué ha sido de mis días y de contarte lo que a nadie más le puedo expresar, las ganas de saber cómo estás, pero sé que mi presencia no te genera ninguna tranquilidad, así me lo diste a entender y prefiero contribuir con tu paz. Aunque ya no pueda saber nada de ti, aunque me cueste y me duela, renunciaré a mis deseos para que sigas adelante y puedas hallar aquello que tu ser anhela.