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Aprendía a vivir sin aquellos que pueden vivir sin mí. Fue un proceso difícil y doloroso, pero poco a poco me di cuenta que aferrarme a quienes no valoran mi presencia, sólo frena mi propio crecimiento. No puedo sacrificar mi manera de sentir y pensar por agradar a los demás, prefiero la libertad de soltar y enfocarme en esas personas que sí me aceptan y me valoran tanto como yo a ellos. Deseo tener vida llena de autenticidad, sin depender de la aprobación o el afecto de quienes eligieron caminar en otra dirección.