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A la maldad se le perdona todo, a la bondad, en cambio, no sólo se le exige bondad: se le exige perfección. Los errores y crueldades de la maldad son vistos con indiferencia, como si fuera su naturaleza, nadie espera que sea justa o compasiva, sólo actúa de manera brutal sin consecuencia aparente. Pero a la bondad se le demanda ser perfecta, pura, altruista y siempre correcta, un solo fallo hará que caigan con señalamientos sobre ella.