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Hay heridas que nos abren los ojos, por muy tercos que seamos. Aunque seamos obstinados o queramos evitar la realidad, hay situaciones difíciles que nos obligan a despertar y a reconocer nuestras limitaciones. Aceptando así nuestras debilidades y también a confrontar la realidad como es. Las heridas son maestras implacables, que nos llevan a transfórmanos en seres más capaces.