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Hablar con Dios debe ser la llave que abra tu día, poner en sus manos tu jornada y al regresar poner un candado que cierre la jornada que tuviste siempre agradeciendo y encomendándole tu familia, tu trabajo, tus pasiones y tus metas. Conversa con él y escucha con atención él tiene mucho que decirle a tu corazón.